Padres separados ¿qué le regalo a mi hijo?
Normalmente los adultos tienen un buen concepto de la Navidad. Por regla general, es un periodo en que se producen más visitas y reuniones familiares, en el que uno se permite ciertas “licencias”, mayor gasto, cenas con amigos o de empresa, o compras de productos como ibéricos, marisco, etc.
Además, este periodo supone el final y el principio de “algo”, donde cada uno le da un significado diferente a ese “algo”, como buenos propósitos para el año que entra (ir más al gimnasio, dejar de fumar, etc.).
En el caso de los niños, el concepto de Navidad es mucho más especial, puesto que no solo no tienen que ir al cole durante una larga temporada (que para los peques, este tiempo se hace eterno), sino que además tienen la ilusión añadida de recibir esos ansiados juguetes que tanto desean (enmarcándonos en una familia de un estatus económico medio-alto).
Pero ¿qué ocurre con los niños que tienen padres separados? Si el nivel de conflicto entre ambos padres es bajo, y son personas responsables y coherentes, lo más probable es que lleguen a un acuerdo a la hora de elegir los regalos más adecuados para sus hijos, con el fin de mantener una misma línea educativa que favorezca el buen desarrollo del pequeño.
Sin embargo, no siempre es así. En muchas ocasiones los padres que rompieron su relación sentimental teniendo hijos en común aprovechan estas fiestas u otros momentos de celebración (como cumpleaños), para continuar con su “competición particular” aferrados a la falsa idea de que cuanto más caro y más grande sea su regalo, mayor va a ser la atención que reciban de su hijo, y comienzan así una lucha de poderes en la que se deja de lado el rendimiento académico, el comportamiento o el desarrollo de valores del menor, para demostrar “quién quiere más” al pequeño, basándose en una escala de precio , tamaño o número.
Esta relación absurda entre objetos materiales y afecto, lleva a que los pequeños se desarrollen en un entorno de competitividad en el que prima el capricho, no se valora el esfuerzo, se recibe recompensa sin motivo, se duplican los regalos (por ejemplo se tiene una play station en cada casa).
Dentro de este contexto, las consecuencias pueden ser desastrosas para el desarrollo emocional del niño. Pierde la oportunidad de aprender a frustrase, a recibir un “no” como respuesta, a esperar, a desear, a motivarse por algo, desarrolla la falsa idea de que “se lo merece todo” sin esfuerzo, desarrolla exponencialmente su capacidad de manipular y lo utiliza en su beneficio personal, se vuelve caprichoso, egocéntrico, narcisista además de déspota, irrespetuoso, e incluso en ocasiones puede llegar a desarrollar graves problemas de conducta como rabietas o agresividad.
Una vez más, los padres deben dejar de pensar en sí mismos y deben dejar a un lado el conflicto para poder dar prioridad a las necesidades REALES de sus hijos.